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Río Bravo y el 2021 tamaulipeco

José Ángel Solorio Martínez

Uno de los más importantes legados al sistema político riobravense de Juan Antonio Guajardo Anzaldúa, fue desplazar del poder a las añosas élites. Empresario pragmático como siempre lo fue –su fortuna la hizo con créditos blandísimos, inyectándolos a sus abarroteras, que sus amigos de la alta burocracia mexicana le facilitaron; “me prestan pesos, y pago centavos”, me dijo alguna vez–: trasladó mecánicamente, esa forma de ver el mundo de los negocios a la política.
Nunca tuvo una ideología definida.
Y menos sólidos principios para el ejercicio de la política.
Se alió a los comunistas, con la misma flexibilidad que con los grupos más mochos de la ciudad.
Así ganó la alcaldía a pesar de que el gobernador Manuel Cavazos Lerma, se empeñó en que no llegara.
(Hablando de pragmatismo: se asoció a Justo Ceja –Secretario particular del Presidente Carlos Salinas de Gortari– quien lo apadrinó durante toda su carrera a cambio de beneficios pecuniarios. De igual forma, se decía amigo de la élite militar del país, con la cual amagaba a sus enemigos. De esa manera, atemperó los embates de MCL. Finamente esos aliados resultaron más pragmáticos que él: lo abandonaron a su suerte lo que facilitó su inmolación).
La aniquilación de la red de poder tradicional, permitió que personajes de extracción popular –como Teodoro Escalón Martínez– pudieran llegar a la alcaldía; e igual: esa inercia que configuró su desaparición, y más por la forma en que ocurrió, generó un movimiento sociopolítico en el pueblo que bien pudiera conceptualizarse como guajardismo.
En parte por ello, arribarían a la Presidencia municipal su cuñado Bernardo Gómez y su hermano Juan Diego Guajardo.
En otras palabras: JAGA, democratizó el poder en el pueblo.
(Si se entiende eso, como la posibilidad de hacerse del poder para cualquier ciudadano y no sólo para las élites).
Es por ello, que cada tres años, emergen decenas de aspirantes que presumen tener capitales políticos para dirigir el pueblo que ayudaron a gobernar los comunistas. (Severiano Ponce Sandoval, Goyo Luna, Esteban Ávila Roque, Antonio Aldaz y otros).
Lo de Juan Antonio, prohijó un fenómeno similar al de AMLO. Los pretensos, se ponen bajo su sombra en la hamaca de sus ilusiones y esperan que la fuerza divina de esos próceres los lleven al triunfo sin el menor esfuerzo.
Ejemplos hay muchos en Río Bravo.
Ese escenario, construyó una clase política aventurera –por decirlo con un eufemismo–. Un grupo de políticos, que van al juego no a ganar, sino a emplearse con quien tiene la posibilidad –o el capital monetario– de triunfar. Justo eso, ha dado por resultado que la oposición más seria se fragmente.
Muchos ciudadanos, ya están cansados de ver a Presidentes municipales trabajar sólo para su santo.
Carlos Ulibarri, es el ejemplo del alcalde que llegó para servirse.
En campaña sedujo a miles de ciudadanos.
Hoy, el pueblo está tan deshecho como desencantado.
Apremia, que los riobravenses libres no los partidos, empiecen a plantearse cómo recuperar el poder para los ciudadanos.
Urgen nuevas formas de gobernar.
Las experiencias históricas, sobran para dar un nuevo curso a la vida política de esta ciudad.

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