Columnas

Cascabel

José Ángel Solorio Martínez

 

(Próximo estreno en la CDMX. Dirección: Víctor Carpinteiro. Protagonista: Alberto Estrella)

Los sábados dejaron de ser festivos, en la cárcel. A los ocho meses de que mi Amá taba presa, nuestros encuentros dieron una voltereta. Lala, no la dejaba ni a sol ni a sombra. Al pasar las semanas, cada vez la atención era más grande pa mi tía. Se hablaban al oído, despacito como para que nadien las oyera. Bajo el tablón de la mesa onde nos recibían, sus manos se entrelazaban juguetonamente y sus palmas discretamente se resbalaban sobre sus piernas.
No entendería esas actitudes, hasta diez años después.
Don Laco, serio, con los surcos de la frente más hondos, nos dejaba con mi Amá y mi tía y decía:
–Orita vengo patrás. Voy a echarme un taquito de cáncer.
“No quiero perjudicar a la niñita”, explicaba.
Me parecía rara esa conducta.
Sobre todo porque mi Amá y Lala, fumaban un madral.
Un Viernes Santo, llegó don Laco, todo preocupado al paraje onde chambiábanos. Me llamó a una casa de adobe, que era su oficina al lado del río.
“Siéntate Mijito”, dijo de entrada.
–Hoy no vas a jalar–añadió.
–¿Por qué don Laco?
Me pasó por los hombros su rudo brazo –era el gesto más afectivo que tenía con sus amigos y sus polleros– y soltó:
“Vamos por tu Amá al penal”.
Sentí que la alegría se me escurrió en la mirada.
La capió al vuelo.
–No es lo que cres Mijito.
–¿Qué pasó don Laco?–dije con voz ansiosa, paralizada mi respiración.
Me apretó paternalmente a su cuerpo y soltó con una solemnidad sombría, fúnebre:
–Tu Amá, se colgó anoche.

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